viernes, 6 de mayo de 2016

EL ARQUETIPO DE MADRE Y EL MATERNAJE, por Emi de la Llave

Hace relativamente poco en un grupo de trabajo personal, un querido compañero mío vino y me abrazaba mientras yo miraba tranquilamente un fuego en una estufa que acaparaba toda mi atención produciéndome un estado hipnótico. Vino en busca de refugio, de ”calor”, no el de la chimenea, sino buscando mi abrazo tras un momento duro emocionalmente para él. Me decía con estas palabras: “mi querida Emi, la madre de todos”  mientras se abrazaba a mis piernas tumbándose en el suelo a mis pies. Hace unos años, estas palabras me hubieran hecho llorar al no poder yo ser madre biológica de una criatura. Siempre he sido y seré muy madre. La no maternidad no es sinónimo del no maternaje.

MADRE TIERRA
Considero que todos tenemos la capacidad de hacer maternaje. Un hombre, una institución, un animal, un Estado, etc., puede perfectamente llevar a cabo una función materna de igual manera que lo realiza una madre biológica.

Quiero explicar aquí algo sobre el arquetipo de Madre del que habla Jung. Dentro del mundo arquetípico que Carl Gustav Jung definió de madre, citaba varios aspectos y formas típicas; nuestra madre, las abuelas, la suegra, cualquier mujer con la cual se está en relación, figuras que nos han hecho la función materna, las diferentes diosas, la Virgen madre de Dios… en sentido más amplio la ciudad, la tierra, el bosque, el mar y el estanque; la materia, el inframundo y la luna; en sentido más estricto como sitio de nacimiento ó de engendramiento: el campo, el jardín, el peñasco, la cueva, el manantial, la fuente profunda, la pila bautismal, la flor como vasija (rosa y flor de loto); como círculo mágico y en el sentido más estricto la matriz, toda forma hueca, el horno, la olla; como animal la vaca, la liebre y más animales.Todos estos símbolos pueden tener un sentido positivo, favorable o un sentido negativo, nefasto. Un aspecto ambivalente en el sentido de algo que devora o envuelve también a sus víctimas en un abrazo, como un gran pez o la serpiente, la tumba, el sarcófago, la profundidad de las aguas, etc. Todo esto son rasgos esenciales del arquetipo de la madre. Las características de éste son lo “materno”, la autoridad mágica de lo femenino, la sabiduría y la altura espiritual que está más allá del entendimiento; lo bondadoso, protector, sustentador, dispensador de crecimiento, fertilidad y alimento; los sitios de la transformación mágica, del renacimiento; el impulso o instinto benéficos; lo secreto, lo oculto, lo sombrío, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo que provoca miedo y no permite evasión.

Diferentes características contraponiendo la madre amante y la madre terrible. Tres aspectos esenciales de la madre: bondad, pasión y tiniebla. Su bondad protectora y sustentadora, su emocionalidad orgiástica y su oscuridad inframundana. La luz y la sombra del arquetipo que se encuentra en el inconsciente colectivo en todas las culturas.

Todo esto me hace pensar que el maternaje y el arquetipo de madre está tan presente en el mundo que todos nosotros lo llevamos dentro. Invito a explorar en cada uno de nosotros como es el maternaje que hago yo en el mundo, desde esta función, desde esta idea, desde este concepto. Me encantaría que cada uno pudiese descubrir cómo es su maternaje.

Maternaje: “Se refiere al conjunto de procesos psico-afectivos que se desarrollan e integran en la mujer en ocasión de su maternidad” (Recamier). 

El maternaje bajo mi propio criterio tiene que ver con el amor, los cuidados, la valoración y la atención que una persona pone a un hijo ó si éste no existe, lo pone en la tierra, en su jardín, en su cultura, en su círculo social, familiar, de pareja, laboral o mejor aún, en uno mismo,… para que salga adelante de la mejor manera posible y que implica un compromiso, una dedicación, una entrega y una ilusión.
¿Cómo has vivido el maternaje que has recibido tú?, ¿Cómo lo haces tú?, ¿Te lo das a ti misma?. Estas tres cuestiones me parecen imprescindibles de responderse. Ahí lo dejo caer. Mi última reflexión de la semana.


Dedico estas líneas a Claudio, un paciente con esquizofrenia que siempre me llamó “MAMA EMI” al que hice maternaje como mejor pude y supe. Con sus opuestos.

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