miércoles, 21 de enero de 2015

Enrique de Diego comenta:


Richard Ford, Mi Madre
Anagrama, 2010

Reviso mi primera lectura, que ahora se me hace tan lejana como instalada en mi corazón. Tras un primer párrafo con los datos civiles de Edna Akin su Hijo aclara:

Y sin embargo mi madre, a quien amaba y conocía muy bien, me vincula a ese territorio extraño, a eso que fue su vida y de lo que en realidad no sé ni supe nunca demasiado. Es una cualidad de la vida de nuestros padres que a menudo nos pasa inadvertida y por consiguiente no le damos importancia. Los padres nos conectan —por encerrados que estemos en nuestra vida— con algo que nosotros no somos pero ellos sí; una ajenidad,tal vez un misterio, que hace que, aun juntos, estemos solos...

El día que una vecina le habla de ella, siendo un niño, descubrió a la mujer que veían los otros y...

...una persona que era mi madre pero también alguien más. Pienso que después de eso nunca volví a dirigirme a ella sin esa premisa, es decir, como me dirigía a cualquier otra persona que conociera. Es una lección que vale la pena aprender. Y corremos el riesgo  de no conocer nunca a nuestros padres si la ignoramos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog