Desde
hace algunos años en la sala de espera de la consulta dejo varios ejemplares de
cuentos infantiles que voy cambiando para que los pacientes los hojeen o lean
mientras esperan, en unos cuantos minutos pueden leerse una o más historias. Mi
afición por ellos comenzó por casualidad, cuando buscaba un regalo para un
niño. Explorando las librerías encontré varios ejemplares (de cuentos actuales,
no los llamados “clásicos”) que me provocaron preguntarme para quienes se escribían
esos cuentos, si para los niños o para los adultos, he llegado a la conclusión
de que nos pueden llegar a todos y que a cada uno se nos despiertan cosas
distintas. El caso es que los pacientes me siguen pidiendo más cuentos, algunos
se los llevan a casa para tenerlos unos días, otros comparten su sorpresa, se
emocionan, se cuestionan, recuperan o recuerdan algo… Observo como cada año en
la feria del libro las casetas de literatura infantil son más numerosas, padres
e hijos comparten un momento entre los libros de fascinante contemplación.
Hay
mucho escrito sobre las bondades más que beneficiosas de la literatura infantil
en los menores. Los cuentos infantiles posibilitan a los niños y niñas el
reconocer los sentimientos y sensaciones que están teniendo sobre diversas
situaciones de su vida, aprenden a expresarlos con más claridad sin temor,
siendo otra persona y estando en otro lugar, poniendo de relieve sus problemas
y necesidades, historias que les sirven para conocerse, identificarse, darles
orden y seguridad. Conocen el mundo y los temas de la existencia a través de
ilustraciones o historias cercanas a la vida cotidiana, desarrollan la
imaginación y estimulan el lenguaje. Pueden ofrecerles claves para comprender
su entorno y asimilar situaciones para que duelan menos. Las lecturas les dan
fuerza, valor, les ayudan a aceptarse y ganar en confianza. Los cuentos están
llenos de símbolos significativos, les facilitan interrogarse sobre el mundo,
nombrarlo y así encontrar sentido a la vida, en resumen enriquecen poderosamente
el mundo interno de los menores.
La
humanidad ha necesitado contar y escuchar historias, primero a través de la
transmisión oral, después con la palabra escrita, de ahí surgen las leyendas,
mitos, cuentos… En nuestra vida nos contamos y contamos como estamos, cuáles son
nuestras preocupaciones, qué nos sucede… y paralelamente vamos buscando otras
historias, escuchando a los otros, en las novelas, en las películas, en
imágenes, perseguimos historias que nos hagan soñar, que nos despierten vivencias,
emociones, ideas…
Los
cuentos infantiles pueden traernos a los adultos el sabor de quienes fuimos, de
nuestros anhelos, despiertan a nuestro niño interior con su impulso de vida,
nos tocan en nuestra vulnerabilidad a veces olvidada, nutriéndonos de nuevo con
lo imprescindible, nos llevan a un lugar de la imaginación donde las cosas
fluyen sin lógica, sin obligaciones, su poesía rompe las maneras correctas,
todo vale, porque lo posible es lo esencial y eso queda reflejado en los
cuentos a través de sus hermosas ilustraciones y pocas palabras. Al acercarnos
al pequeño que fuimos, podemos entender la visión de los niños y niñas que nos
rodean, reencontrándonos con su espacio interno y el nuestro. Así pues, ¿por
qué no leer un cuento y recuperar la belleza, las ganas, los colores, el
impulso que una vez tuvimos antes de sentirnos demasiado decepcionados o
frustrados?, ¿por qué no contagiarnos de la belleza de lo fácil y de lo
importante, de lo imposible hecho posible?. Escuchemos al niño o niña que
fuimos, pongámosle voz, atravesemos las preocupaciones con el humor, con las
metáforas surrealistas. Cuentos que no nos hablan de lo que tenemos pendiente
sino de lugares placenteros donde poder parar y descansar.
Aquí
muestro una mínima clasificación de cuentos infantiles relacionados con el tema
de la madre, unos elocuentes pasajes de como los niños y niñas buscan la mirada
de la madre y de como se relacionan con ella.
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