¿Soy Madre?, de Alicia Herrero
Decidí
no ser madre.
Aunque
quizás sí soñé con ello; pero eso es otro cantar…
Ser
madre, ser madre… ¿qué es eso? O tal vez debería preguntar cómo es eso.
Creo
que sólo contemplé el QUÉ cuando tomé mi decisión. Y mi respuesta incluía
aspectos que no coincidían conmigo en aquel entonces… ¿y ahora? ¡Ya! Pues
tampoco ahora coinciden…
¡Yo
qué sé! –me río ahora-, pensaba que una madre debía ser: serena, equilibrada,
responsable, madura, generosa, tierna, valiente, justa, sabia… y a lo mejor, estar
dispuesta a dejar de ser hija. Demasiado, ¿no? Sin duda yo pensaba, -desde la
hija que era entonces- en la madre que habría querido tener…
Hace
no tanto tiempo, hice una larga formación en la que trabajábamos principalmente
con Bioenergética. Al finalizarla tuve la sensación de haberme parido a mi
misma. Sí, de haber alumbrado a una niña que no era otra que yo misma; profundo
trabajo de enternecimiento, de entrega amorosa a la vida…
Y
pienso, -con mis nuevas ideosensaciones
sobre lo que ser madre es- que eso es lo que toda madre hace con alguna o
ninguna consciencia: una entrega amorosa a la vida. Y lo digo así porque creo
que sólo de esta manera, aceptando el CÓMO y confiando en la propia vida, es
como las mujeres que conozco llegaron a ser madres, que no necesariamente a
parir hijos…
Volviendo
a mí, pienso en algunas de las pequeñas cosas a las que he ido dando vida. Unas,
apenas las concebí, ya echaron a andar por ellas mismas; rápidamente
aprendieron a nutrirse fuera de mis entrañas y consiguieron mantenerse vivas.
Otras crecen día a día gracias a mi esfuerzo y dedicación. Podría decir que es
un esfuerzo amoroso pero hay algo que me lo impide. Porque yo dirijo su
crecimiento en aquella dirección que creo me hace crecer a mí misma… Pero
bueno, son sólo cosas… ¡mis cosas! (me río). Así que son como aquellos hijos
que algunos padres crían por pura autocomplacencia…
Me
encanta cuando algún escritor o escritora de novelas dice que, sin saber cómo
ni cuándo, sus personajes tomaron vida propia y él o ella sólo pudo aceptar
seguir contando su historia sin ningún control sobre ellos.
Me
hace pensar en esta función maternal tan importante y generosa: la de soltar y
dejar marchar. Ésa que tanto amor, confianza y generosidad requiere… ¡Ay! Esta
“experiencia maternal” sí me atrevo a decir que la he vivido… ¿Y con quién y
cómo? Pues con algunas personas que han trabajado conmigo en terapia; personas
que han ido alumbrándose con mi acompañamiento y que deciden terminar la
terapia en un momento que a veces considero prematuro… Y es que, como le pasa a
las madres con sus hijos, me cuesta aceptar que ya tienen la suficiente madurez
para autoapoyarse y autoconfrontarse…
O
simplemente, aún sabiéndolo, me duele que se vayan.
Intento
(como aquellas heroínas de alguna antigua película) sonreír con serenidad y
“ayudarles a preparar el equipaje” para seguir su viaje. Siento una mezcla de
satisfacción y tristeza… Suelto y me despido…
En
fin, tras estas reflexiones y confesiones llego a la conclusión de más que
madre… ¡yo soy matrona!
Matrona, bien, como Sócrates!
ResponderEliminar